Primer Paso de DiverCrecer

LITERATURAHERRAMIENTASSISTEMA EDUCATIVO

Eloy Buendía

1/24/20232 min read

Primer Paso de DiverCrecer

Hola, Soy Eloy Buendía, fundador de DiverCrecer.
He decidido poner en esta sección para ustedes la guía de los doce pasos para Codependientes de Melody Beattie, pues desde mi experiencia es la mejor guía de pasos que se ha hecho hasta el momento.

Sugiero leer el contenido o escuchar el audio de YouTube muchas veces, con la mente y el corazón abiertos, con una actitud reflexiva, hasta que sientas que hay un cambio en tu corazón.

Video - Primer Paso de DiverCrecer

"La derrota ocurre por sí misma. Repentinamente la percibo. Luego, me llega la paz, y mi vida comienza a ser más gobernable." Bob T.

PRIMER PASO.

ADMITIMOS QUE ÉRAMOS IMPOTENTES ANTE LA VIDA DE LOS DEMÁS Y QUE NUESTRAS VIDAS SE HABÍAN VUELTO INGOBERNABLES.

-Primer Paso de CoDA.

La primera vez que escuché este Paso, no lo entendí. No comprendí. Se me hizo confuso, amenazante y falso. ¿Impotente sobre la vida de los demás? Mi vida… ¿ingobernable? Creía estar en completo control de mí misma y de los demás. Pensaba que no existía circunstancia o sentimiento alguno, por sobrecogedor o agobiante que fuera, que no pudiera manejar mediante mi pura fuerza de voluntad. Creía que controlar todo era lo que se esperaba de mí. Era mi obligación. Sólo así podía sobrevivir. Y también pensaba que mi vida era mucho más gobernable que la vida de los demás... hasta que miré dentro de mí misma. Fue entonces cuando descubrí la corriente subterránea de miedo, ira, dolor, soledad, vacuidad y necesidades insatisfechas que me había dominado la mayor parte de mi vida. Ahí fue cuando dejé de mirar hacia otros el tiempo suficiente para poder contemplar el estado de cosas en mi propia vida. Fue entonces cuando comencé a encontrar una vida propia y a vivirla. "No sabía ni de poder ni de impotencia" dijo Mary, al hablar del Primer Paso. "Ser víctima o estar en control era como yo entendía el poder. Si yo era impotente, entonces alguien más estaba en control." Ahora podemos aprender una manera mejor de poseer nuestro propio poder, que ser víctimas o controladores. Empieza al admitir y aceptar la verdad acerca de nosotros mismos y de nuestras relaciones. Somos impotentes ante la vida de los demás. Cuando intentamos ejercer poder donde carecemos de él, nuestra vida se vuelve ingobernable en algún nivel. Ahora veamos algunas de las formas en que la ingobernabilidad puede presentarse en nuestra vida, y cómo comenzaron algunas de nuestras ideas acerca de controlar a otros o dejarnos controlar por ellos. MI HISTORIA. Aún recuerdo con claridad la escena, aunque haya sucedido hace más de una década. Alguien a quien amaba estaba bebiendo mucho. Era un alcohólico. Y no quería parar. Había hecho todo lo que estaba en mí para lograr que dejara de beber. Nada funcionaba. Nada. Tampoco era capaz de dejar de intentar controlar su forma de beber. Después de una ronda más de promesas, perdón y luego promesas rotas, di con el plan perfecto para obligarlo a dejar de beber. Le demostraría cómo se sentía amar a alguien que usaba sustancias químicas. Simularía que yo había regresado a las drogas. Eso llamaría su atención. Eso le enseñaría cuán dolida estaba. Entonces dejaría de beber.Con cuidado monté la escena. Aunque no había usado drogas en años, coloqué a la vista toda la indumentaria del adicto: un paquetito de polvo blanco (usé azúcar glas); una cuchara quemada de un lado; una bolita de algodón en la cuchara. Luego, me acosté en el sofá para que pareciera que estaba bajo los efectos del narcótico. Al poco rato, la persona a quien dirigía (en ese momento) mis esfuerzos por controlar entró al cuarto. Miró alrededor, vio la cuchara, me vio a mí, y comenzó a reaccionar. Salté del sofá y empecé a sermonear. "¿Ya ves?" grité. "¿Ves cómo se siente amar a alguien y verlo usar drogas? ¿Ves cómo duele? ¿Ya ves lo que has estado haciéndome a mí todos estos años?" Sin embargo, la reacción de él no fue tan importante como la de una vecina más tarde esa noche. "Lo que estás haciendo es verdaderamente una locura", dijo, "y tú necesitas ir a Al-Anon." Tardé meses en comprender la verdad: no necesitaba demostrar al alcohólico cuán dolida estaba. Necesitaba tomar conciencia de cuánto dolor padecía. Necesitaba comenzar a cuidarme a mí misma. Este es sólo uno de los muchos incidentes que demuestran los extremos a los que estaba dispuesta a llegar para controlar a otros. Yo era buena para ver los comportamientos, sobre todo los ingobernables, de otros. Sin embargo, no podía ver la ingobernabilidad en mi propia vida. No me podía ver a mí misma. Y estaba atrapada, encerrada en mi papel de víctima. Los demás no sólo hacían las cosas, sino que me las hacían a mí. Independientemente de lo que sucediera, cada evento parecía un intento dirigido a hacerme daño. Mi capacidad de percibirme separada de los demás, de separar mis asuntos, mi negocio, mis relaciones y mis responsabilidades de los de otros, era nula. Me amalgamaba con el resto del mundo como una amiba. Si alguien necesitaba algo, yo consideraba esa necesidad mi responsabilidad personal y privada, aunque sólo estuviera adivinando qué necesitaba. Si alguien tenía un sentimiento, era mi responsabilidad analizarlo por él o por ella. Si alguien tenía un problema, era mi deber resolverlo. No sabía decir que no. No tenía una vida propia. Tenía un rezago de sentimientos de la infancia y probablemente mis reacciones del momento eran repeticiones de reacciones infantiles. Dos semanas después de casarme, salí del trabajo y corrí a casa para ver si la ropa de mi marido aún estaba en el armario. Estaba segura de que me iba a abandonar. Me sentía totalmente indigna de ser amada y carecía de cualquier idea acerca de poseer mi propio poder. El fundamento de mi actuación era el miedo, aunado a una baja autoestima. Me pasaba la mayor parte del tiempo reaccionando a otros, tratando de controlarlos, dejando que me controlaran y sintiéndome confundida por todo. Yo pensaba que hacía todo muy bien. ¿No se supone que debemos ser perfectos? ¿No se supone que debemos ser estoicos? ¿No debemos seguir esforzándonos sin importar cuánto duele? ¿No es bueno dar hasta que duela y luego seguir dando hasta que nos doblamos de dolor? ¿Cómo podemos dejar a los demás dirigir su propia vida? ¿No nos corresponde detenerlos y dirigirlos bien? ¿No es ésa la manera correcta, la manera cristiana? No. ¡Esa es la manera codependiente! Como muchos han dicho: yo no era yo misma. Era quién los demás querían que fuera. Me sentía bastante victimizada y agobiada por todo. Después de años de practicar la codependencia en serio, la ingobernabilidad de mi vida era apabullante. Algunos aspectos de mi codependencia no los entendí hasta bien entrada en la recuperación. Cuando comencé con la recuperación, debía más de $50,000 dólares como resultado de la ingobernabilidad de mis asuntos financieros. Podía pedir prestado cualquier cantidad si era para ayudar a otro. Mi espiritualidad estaba en bancarrota. ¿Cuántas veces había pedido a Dios que hiciera a otro cambiar? ¿Cuántas veces Dios había rehusado hacerlo? Pensé que Dios me había abandonado. No sabía que yo me había abandonado a mí misma. No sabía que ahora de adulta nadie me podía abandonar. Simplemente podían irse. En algunos casos, yo habría estado mejor si lo hubieran hecho. Mis relaciones con mis hijos eran caóticas. No se puede ser una madre efectiva cuando se está envuelta en dolor, en negación y en sentimientos reprimidos, y regularmente se desea la muerte.Mis relaciones con amistades eran tensas. Tenía poco que ofrecer más allá de quejas constantes acerca de lo insoportable que era mi vida. La mayoría de mis relaciones con amigas se centraban en historias compartidas de victimización, salpicadas con humor negro para hacerla soportable. "Adivina quién me utilizó hoy."No era consciente de tener sentimientos, no era consciente de tener necesidades. Me enorgullecía de mi capacidad de aguantar el sufrimiento innecesario, de negarme cosas y de sacrificarme. Descuidaba mi carrera. Mi salud era precaria. Llevaba años buscando tratamientos médicos para diversos virus inespecíficos. Me había sometido a una histerectomía. Había padecido meningitis viral. Tenía gastritis. Me dolía la espalda. Me dolía la cabeza. Comenzaba a padecer artritis. Y apenas había cumplido treinta y dos años.La codependencia es una fuerza poderosa. También lo son la negación y la capacidad de ignorar lo que está ante nuestros ojos. Más, si lo que está allí tiene el poder de lastimarnos, sobre todo cuando nos sentimos indefensos, vulnerables, asustados y avergonzados de todo. LA HISTORIA DE STANLEY.Stanley es un arquitecto exitoso de unos cincuenta años. Le tomó dieciséis años darse cuenta de la ingobernabilidad y caos en su vida, dieciséis años de negación, de aguantar, de engañarse y de esconderse más y más dentro de sí mismo antes de enfrentar la realidad. El padre de Stanley es un alcohólico; su suegro murió de alcoholismo. Después de dieciséis años de tratar de controlar a su hijo menor, Stanley llegó al borde de un colapso emocional. "Para cuando nuestro hijo menor cumplió seis años, supe que teníamos problemas," dijo Stanley. "Se peleaba constantemente en la escuela. Era beligerante y rehusaba hacer la tarea. En casa causaba problemas. Le gritaba a su madre, la insultaba y a veces llegaba a pegarle. "Mi esposa y yo nos peleábamos todo el tiempo. Yo trataba de ser comprensivo. Ella había estado en campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial y pensaba que los hijos sólo eran para quererse. No quería que disciplináramos a John."John causaba completo caos en la casa. Era inteligente y sabía manipular a todos. Lograba que nos peleáramos mi esposa y yo, mis hijos y yo; hasta sus abuelos le entraban." Cuando John cumplió diez años, Stanley le puso un ultimátum a su esposa: o buscaban ayuda profesional para John y la familia, o él se iba de la casa. Acudieron a un psicólogo quien les dijo que dejaran de preocuparse: a John se le pasaría con la edad. Aquella sesión fue el comienzo de un gasto de $20,000 en terapia familiar inútil. Cuando John tenía once años, la esposa de Stanley se dio por vencida en una sesión de terapia escolar. Estaba cansada. Ya había dado todo lo que podía. Juró nunca más poner pie en una escuela. Al poco tiempo, se mudó dejando a Stanley solo con la crianza de tres hijos. Para cuando John tenía doce años, Stanley se pasaba más tiempo en la escuela que su hijo. Stanley asistía tres días a la semana para explicar por qué John sólo asistía dos. "La única forma en que pude lograr que John se graduara de noveno a décimo grado fue mediante la promesa de retirarme de ese sistema educativo," dijo Stanley. "¿Qué tan codependiente es eso? Vendí nuestra casa y cambié de sistema escolar para que la escuela dejara a John graduarse."En una ocasión, Stanley llegó a casa y encontró al segundo hijo, Jeremy, ahorcando a John. Jeremy tenía sus manos alrededor del cuello de John y lo había levantado del piso. Sin alzar la voz, Jeremy dijo que había aguantado al hermano durante doce años y ya no lo podía aguantar más. En otra ocasión, Stanley entró a un cuarto en el instante en que John aventaba un cuchillo a otro niño y justo a tiempo para desviar su trayectoria para que atravesara un mosquitero y no al niño. Cuando John cumplió dieciséis años, las cosas hicieron crisis. Para entonces, la esposa de Stanley había vuelto a casa. Un domingo, Stanley estaba en el estudio viendo el fútbol, y su esposa estaba en la cocina preparando el almuerzo. John entró a la cocina y comenzó a discutir con su madre. Stanley escuchaba a medida que la discusión se acaloraba y las voces subían de tono. "Tenía miedo," dijo Stanley. "John actuaba abusivamente con su madre, gritándole y a veces pegándole. Yo no estaba dispuesto a que volviera a suceder.” Stanley entró a la cocina justo cuando John alzaba la mano para pegarle a su madre. Stanley sujetó al hijo con un abrazo de oso. Cuando hizo esto, su esposa se lanzó al rescate de John. Comenzó a jalonear de Stanley, luchando para que soltara al hijo.Luego Jeremy, el hijo de en medio, entró a la cocina y comenzó a jalonear a su madre, intentando que dejara en paz a Stanley para que éste pudiera sujetar a John. Los cuatro cayeron al suelo. Stanley se abrió la cabeza. La sangre salió a borbotones. Stanley soltó a John, corrió al auto, manejó hasta la sala de emergencia del hospital, recibió cuarenta y cinco puntos y volvió manejando a su casa. Ahí, en la sala, estaban Jeremy y John frente a frente. Seguían discutiendo. "Estaban listos a pelearse a golpes," dijo Stanley. "Mi esposa estaba junto a ellos, observando, sin saber qué hacer. Eran dos hombrones. John medía uno ochenta y pesaba 82 kilos. Ambos estaban entrenados en artes marciales. "Carajo," dijo Stanley. "Si alguien se va a pelear aquí, voy a ser yo." Luego, Stanley se interpuso entre ambos y les propinó sendos golpes. Al día siguiente, Jeremy se fue de la casa. Unas semanas más tarde se fue la hermana mayor. Dos semanas después, Stanley se mudó. Dos meses más tarde, su esposa también se mudó. "Un muchacho de dieciséis años había logrado completo control de la casa y los dos perros," dijo Stanley. "Era el colmo. Volví a casa."Dos semanas más tarde, una consejera escolar llamó a Stanley. "Creo que tienes un problema," le dijo. En seguida, la consejera informó a Stanley que John estaba utilizando drogas y que de hecho las había utilizado desde los ocho años de edad, algo que $20,000 de terapia y consejería no habían logrado revelar. Para entonces, cuando no estaba negociando con la policía o con la escuela, Stanley se pasaba el día encerrado en su oficina, su cabeza sobre el escritorio, llorando."Estaba agotado, y me sentía totalmente carente de autoestima, de valor como ser humano," dijo Stanley.Stanley comenzó a asistir a juntas de Al-Anon y luego a Familia Anónimas. Estaba dispuesto a enfrentar y aceptar su impotencia y la ingobernabilidad de su propia vida. Estaba listo para desprenderse y comenzar a cuidarse a sí mismo.(El epílogo de esta historia es que John entró a tratamiento pero no tuvo éxito. Más tarde, después de haber estado en la cárcel por venta de narcóticos, comenzó una verdadera recuperación. Ahora es un exitoso hombre de negocios y tiene una relación estrecha con su padre. Stanley y su esposa se divorciaron. Jeremy y la hermana mayor no están aún en tratamiento para su codependencia. Stanley ha bajado más de cincuenta kilos, hace ejercicio regularmente, se siente en paz y con esperanza en su vida y cuida diariamente de sí mismo.) OTRAS HISTORIAS DE INGOBERNABILIDAD.Quizás pienses que tus problemas aún no son tan graves. Mi respuesta es: ¡qué bueno! No tienes que estar metido en un gran lío para reconocer la ingobernabilidad de tu vida y comenzar tu recuperación de la codependencia. Algunos de nosotros necesitamos mucho dolor para alistarnos para la recuperación. Otros no requieren de tanto caos.Para Miguel, el reconocimiento de la ingobernabilidad en su vida fue muy tranquilo. "Una noche llegué del trabajo, y ya no pude soportar mi usual rutina de sentarme frente al televisor, mirándolo fijamente o evadiéndome de mí mismo con la lectura del periódico. Mi hermana, quien siempre ha estado al borde de la psicosis, llamó. Comenzó a hablar y hablar, ofreciendo quince diferentes razones por las que había perdido su décimo quinto trabajo. Entonces se me ocurrió pensar que podía seguir con mi vida como estaba, aburrido y evadiéndome por medio de la televisión, o podría comenzar a hacer algo diferente. Alguien me había dado la dirección de un grupo de Doce Pasos para hijos adultos de alcohólicos. Me puse de pie, apagué el televisor, y fui a una junta. Estaba listo para dar el Primer Paso, gracias al puro aburrimiento." La ingobernabilidad de Karen debido a su codependencia se hizo patente mientras ella se encontraba en recuperación de la adicción a las drogas y al alcohol. "Llevaba quince años en recuperación por una dependencia química. Hacía todo lo que me decían. Asistía a cinco juntas a la semana. Ayudaba constantemente a otros, lo necesitaran o no. Pero por dentro estaba tan avergonzada de mí misma como el día en que dejé de drogarme. Carecía de valor propio. No podía decir 'no' a la gente. No podía decir lo que verdaderamente pensaba. Y todo lo que hacía, lo hacía para que otros me quisieran: desde mi manera de vestir, peinar y maquillarme, hasta la forma en que me sentaba y en que hacía todo por otros. Me sentía tan victimizada. Jamás me sentía suficientemente buena. Si alguna vez me atrevía a decir 'no', o a cuidar de mí misma en una relación, me sentía culpable. También me sentía enojada y resentida porque mis días y mis horas se dedicaban a hacer por los demás cosas que me sentía obligada a hacer y nadie jamás parecía apreciar lo que hacía."Me sentía tan mal acerca de mí misma; tenía la esperanza de que si ayudaba a suficientes personas, Dios comenzaría a tratarme bien. Fue entonces cuando se me ocurrió que necesitaba comenzar a tratarme bien a mí misma. Dios no me obligaba a hacer todas esas cosas. Dios no evitaba que el bien llegara a mi vida. Yo lo hacía. "Sabía que necesitaba, quería y me merecía más de mi recuperación de lo que estaba recibiendo. Llegué a comprender que para recibir 'más' tenía que enfrentar mis problemas de codependencia. Ya era hora."Para citar a la autora, Charlotte Kasl, Karen "daba siempre más de lo que tenía" a otros y no se daba a sí misma: un comportamiento codependiente que al final crea ingobernabilidad. Podemos dar más de lo posible de nosotros mismos económica o emocionalmente. En cuanto nuestro dar se vuelve compulsivo o se produce por sentimientos de culpa y obligación, o nos deja sintiéndonos victimizados, estamos en peligro. En el momento en que nos sintamos incómodos con lo que hacemos porque va en contra de nuestra propia verdad y lo que queremos, estamos en peligro. Estar constantemente dando más de lo que nos corresponde y no estar satisfaciendo nuestras propias necesidades dentro de una relación puede crear ingobernabilidad.Después de terminar con una relación y mantenerse alejada de otras durante un tiempo, Marta conoció a Jack. Ella se quedó prendada una noche al principio de la relación cuando él la llevó hasta la estación del tren y cargó sus maletas hasta el andén."Ningún hombre había hecho algo semejante por mi en toda mi vida," dijo ella. "Fue amor a primera vista." Los problemas comenzaron sutilmente y fueron difíciles de identificar. Jack le dijo, desde un principio, que una vez conociéndolo ya no le caería bien. Jack tenía razón."Parecía querer controlar mis opiniones y mi forma de pensar," dijo Marta. "Cuando mi opinión difería de la suya, aunque fuera acerca de una obra de arte, él discutía conmigo hasta hacerme ceder y coincidir con él." En los momentos de posible intimidad, Jack se retiraba. Tenía relaciones con Marta, pero rehusaba pasar la noche con ella. Dejaba pasar largos periodos sin verla, luego hacía una cita y la cancelaba a última hora. La relación se deterioró hasta quedar en una serie de largos intercambios en las máquinas contestadoras. "Mis amistades me decían que la relación no servía, pero a mí me costaba trabajo verlo. No podía liberarme. Estaba atorada, atrapada en la relación y me causaba mucho sufrimiento. Perdí mi autoestima. Lloraba mucho y me quedaba sentada esperando su llamada telefónica. Dejé de confiar en mí misma." Por fin, Marta comenzó a asistir a juntas de un grupo de Codependencia (CoDA). Al poco tiempo pudo terminar con la relación y comenzar a cuidarse a sí misma. Marta aprendió que el entregar su poder a otro y permitir que la victimizaran creaba ingobernabilidad en la relación y en su vida. También comenzó a mirar y cambiar algunas de las razones subyacentes por las que permitía esto. (Estas las veremos en los capítulos Cuatro y Cinco.) NUESTRAS VIDAS SE HABÍAN VUELTO INGOBERNABLES.Nuestra codependencia y nuestra ingobernabilidad no siempre tienen que ver con un adicto o un alcohólico. Muchos descubrimos que nuestros intentos por controlar el comportamiento ajeno pueden extenderse más allá del control de su adicción. Muchos nos dejamos enredar en formas encubiertas y sutiles de controlar a otras personas, controlar lo que piensan, sienten y cómo y cuándo deben cambiar.Muchos nos encontramos intentando controlar a otros después de haber comenzado nuestra recuperación. Yo he llegado a reconocer que mi necesidad de controlar o de cuidar de otro es instintiva. Es mi primera reacción ante los demás. Ya no es tan obvio como antes, pero sigue estando ahí. Podemos tratar de controlar a nuestros seres queridos, a las personas con quienes trabajamos, a las personas que trabajan para nosotros, amigos, enemigos, parientes, hijos, vecinos y aun extraños.Pero controlar y sobre-cuidar no funciona. La codependencia no funciona. Nos hace sentirnos locos. Nos hace sentir que las personas y las circunstancias nos enloquecen. Nuestras vidas se vuelven ingobernables. Controlar y sobre-cuidar crean ingobernabilidad.Y no podemos ver claramente qué está pasando mientras está pasando. Es como estar en una niebla.Esta ingobernabilidad puede ser externa, interna o ambas. Puede que nos enredemos tanto en las vidas y los asuntos de otros que perdamos el control de los asuntos externos de nuestra propia vida. La ingobernabilidad puede entrar sigilosamente a nuestras relaciones, a nuestra espiritualidad, salud, empleo, diversiones (si las tenemos), vida familiar, actividades comunitarias o finanzas. Nuestros asuntos internos, nuestros sentimientos, pensamientos y reacciones a otros y a nosotros mismos, pueden volverse ingobernables.La depresión, el miedo, la tristeza y un remolino de pensamientos caóticos pueden apoderarse de nosotros. O podemos involucrarnos a tal grado pensando en otros y preguntándonos qué siente el otro, que perdemos contacto con nosotros mismos, con nuestros pensamientos y sentimientos. Nuestra energía mental, nuestras mentes y nuestros intelectos pueden estar en un estado de ingobernabilidad, nublados por la negación, el miedo y nuestros intentos de controlar a otro. Podemos estar atrapados en un torrente de pensamientos obsesivos. O atorados en patrones negativos de pensamientos, patrones dañinos para nuestra salud y bienestar.Podemos llegar a privarnos de satisfactores a tal grado que nuestra martirización y autosacrificio nos causen sentimientos continuos de victimización. Quizá permitamos que otros nos victimicen o nosotros mismos nos victimizamos. Puede que nos sometamos innecesariamente a otros y a sus comportamientos inapropiados, abusivos o fuera de control. Puede ser que nos sintamos victimizados por nuestra propia incapacidad de poner los límites que requerimos en nuestra propia vida.Es posible que nuestro comportamiento esté fuera de control. Las formas que usamos para controlar a otros pueden ser tan disparatadas como los comportamientos que intentamos controlar. Quizá nos sentimos obligados a cuidar de otros en una forma que disminuye su capacidad para responsabilizarse de sí mismos. Cuando hacemos esto de manera abierta, responsabilizándonos de las consecuencias del comportamiento adictivo (u otro comportamiento irresponsable) ajeno, nos sentimos enojados y utilizados. Pero cuando somos cuidadores encubiertos y andamos por la vida sintiéndonos responsable de los sentimientos y necesidades de otros, desatendemos nuestras propias necesidades y sentimientos.El no decir que no, no decir lo que queremos decir, no estar en contacto con lo que necesitamos o queremos, no estar viviendo nuestra propia vida crea ingobernabilidad.Es posible que nos dominen a tal grado las expectativas y los deseos de otros que nos sintamos como títeres, sin una vida propia. Algunos nos dejamos atrapar por relaciones insanas de las que no podemos salir. Algunos nos aislamos, aterrados de arriesgarnos porque nos sentimos incapaces de cuidar de nosotros mismos dentro de una relación y tenemos miedo de desilusionarnos y ser lastimados de nuevo. Si la codependencia no recibe tratamiento, a la larga los resultados pueden ser serios, aún mortales. Se puede comenzar a utilizar alcohol o drogas para aliviar el dolor. Es posible adoptar otros comportamientos compulsivos. Se puede desarrollar una enfermedad física debido al estrés o porque no se puede manejar las emociones. Quizá terminemos contemplando el suicidio o intentándolo. O, simplemente podemos vivir para siempre desdichados, aguantando la vida, apenas pasándola, esperando recibir nuestro premio en el Cielo sin saber que existen premios diarios por el simple hecho de estar vivos y vivir nuestra propia vida. La ingobernabilidad puede entrar en nuestra recuperación sin importar cuánto tiempo llevamos. Sucede cada vez que tratamos de controlar algo que no podemos controlar. Sucede cuando dejamos que el miedo y el pánico nos dominen. Sucede cuando permitimos que las expectativas, demandas, agendas, problemas o adicciones de otros nos controlen. Sucede cuando hacemos caso omiso de nuestra responsabilidad de cuidar de nosotros mismos con amor. Sucede cuando tratamos de ejercer poder donde carecemos de él, y luego seguimos obsesionados con ejercerlo aunque vemos que no funciona. Cuando intentamos ejercer poder donde no lo tenemos, sacrificamos el verdadero poder que tenemos. Nuestro verdadero poder está en pensar, sentir, tomar decisiones y vivir nuestra propia vida, y cuidar de nosotros mismos. La ingobernabilidad entra cuando dejamos de ejercer nuestro verdadero poder, y comenzamos a creer que no tenemos opciones acerca de cómo queremos actuar independientemente de lo que haga o no haga la otra persona.Quizá la relación más afectada por nuestros intentos de controlar o cambiar lo que no podemos controlar o cambiar, es nuestra relación con nosotros mismos.Padecemos frustración, confusión, y con frecuencia, un alto grado de negatividad, autodesprecio, represión y depresión. Dejamos de querernos y de cuidar de nosotros mismos cuando hemos tratado de cuidar de otros demasiado o en formas que no son sanas para ellos, para nosotros o para la relación. Puede ser que hayamos desarrollado un patrón de vida de autoabandono. De ser así, ahora podemos aprender cómo cuidar de nosotros mismos de una manera amorosa y sana, que alimente nuestra alma y haga que la vida valga la pena. Muchos de nosotros elaboramos nuevas definiciones de la ingobernabilidad después de estar un tiempo en recuperación, porque comenzamos a esperar más de nuestra vida. Cuando pierdo mi paz y mi serenidad, cuando me siento excesivamente miedosa, aterrada, culpable o avergonzada, entonces considero que mi vida se ha vuelto ingobernable. Cuando dejo de manejar mis propios sentimientos, cuando dejo de cuidar y darme a mí misma, cuando ya no me escucho, cuando me dejo envolver en intentos de controlar eventos y personas, entonces considero que mi vida se ha vuelto ingobernable. La solución es volver al Primer Paso. Mucho de lo que llamamos codependencia es sencillamente nuestros intentos por evitar, negar o desviar el dolor. Al dar este Primer Paso, me alisto a enfrentar y sentir mi dolor. Tengo que tenerme paciencia y tener paciencia con otros mientras transito de la negación hacia la aceptación que este Paso genera. LAS RAÍCES DEL CONTROL.La creencia de que tenemos poder sobre otros es una creencia muy fuerte y arraigada, una ilusión destructiva que muchos aprendimos en la infancia. Observen cómo algunas personas en recuperación llegaron a creer que tenían control sobre otros. "Cuando yo estaba en la secundaria, mi madre comenzó a desarrollar la costumbre de tratar de suicidarse," dijo Marcia, una mujer adulta en recuperación de la codependencia. "Ella trataba de asfixiarse con el gas del horno.Yo estaba aterrada. Cada día en la escuela le llamaba entre clases, y cuando no contestaba el teléfono, sabía que había vuelto a intentar matarse. Corría a casa, apagaba el horno, ventilaba la casa y acostaba a mi madre en la cama. Luego volvía a la escuela. A muy temprana edad, aprendí que yo tenía un enorme poder sobre la vida de otros. Aprendí que tenía poder sobre la vida o muerte de mi madre."Un giro a esta historia es que la madre de Marcia también creía que ella tenía poder sobre la vida de su hija. Cuando Marcia tenía dieciséis años, su madre, por darle una mejor vida, estacionó su auto en las vías del tren el Domingo de Pascua. Luego esperó que el tren la arrollara. La madre se liberó con apenas unos moretones y cortadas, pero la encerraron en una institución psiquiátrica durante los siguientes cuatro años. Mientras la madre estuvo internada, le dijo a Marcia que quería una mejor vida para ella por lo que la enviaba a otra ciudad a vivir con su Tío Charly. "Luego, cuando estaba yo en la universidad, mi madre salió del hospital. Entonces me dijo que nunca fue su intención que viviera yo con el Tío Charly, sino con su Primo Charly. Me tuve que reír de la ironía de su intento por controlar: casi se había matado para que yo tuviera una mejor vida, sólo para descubrir después que me había ido con el Charly equivocado y gracias a ello había vivido desdichada." Algunos de nosotros vivimos con ilusiones de control más sutiles pero igualmente poderosas. "Desde los tres años, mi madre me inculcó la idea de que yo la hacía sufrir mucho," dijo Jackie. "Crecí creyendo realmente que tenía ese poder de hacer sufrir a mi madre. Luego, me pasé la vida alternando entre la idea de actuar y hacerla sufrir y la de esforzarme por hacerla feliz, cosa que nunca lograba. Me sentía culpable, atrapada y esclavizada por ambas ideas. "Ya de adulta, viví muchos años con esa creencia y no era sólo respecto de mi madre. Se extendió a todo el mundo con quien tenía contacto. Realmente creía que tenía el poder de hacer sufrir a la gente, hacerlos felices, hacerlos sentir. Era una responsabilidad tremenda, muy equivocada que me obligaba a actuar con suma cautela y sentirme loca la mayor parte de mi vida adulta hasta que comencé a recuperarme de la codependencia. Me ponía de cabeza tratando de controlar cómo se sentían los demás o para evitar hacerlos sentir de una u otra manera. Llegué a odiar estar cerca de la gente porque ser responsable de su manera de sentir era una tarea terriblemente pesada y agotadora. No podía relajarme y gozar de estar con otras personas. Mi energía se gastaba en tratar de hacerlas sentir de modos específicos, en tratar de controlarlas. Estaba fuera de contacto con mis propios sentimientos. "Ni siquiera sabía que estaba bien tener mis propios sentimientos," dijo Jackie. Muchos de nosotros crecimos creyendo que no era bueno tener sentimientos. Era parte del control que nos enseñaron a ejercer para reprimir nuestros propios sentimientos. Ahora estamos aprendiendo que todo aquello que tratamos de controlar, cobra dominio sobre nosotros. Si tratamos de controlar nuestros sentimientos en formas insanas, como muchos de nosotros aprendimos a hacer de pequeños para sobrevivir, nuestros sentimientos lograrán control de nosotros y crearán ingobernabilidad en nuestras vidas."Desde que aprendí a escuchar, se me dijo que no debía sentir," dijo Jackie. "No tardé mucho en comenzar a decírmelo yo misma. Se me dijo que debía ser fuerte, recta e ignorar mis propios sentimientos."En realidad, estos consejos me ayudaron. Vivía en un ambiente frío, estéril, sin amor. No me cuidaban y me daban poco cariño. Desde que nací, las personas que debieron haberme dado amor me desilusionaron. No me abrazaban. No me decían que era bonita. No me permitían sentir miedo, sentir coraje y, por supuesto, no sentía alegría. Se me dijo que debía ser mejor, esforzarme más, ser más fuerte, estar en control. "Aprendí que ninguna situación merecía perder el control o permitirme tener sentimientos. Los sentimientos eran una pérdida de tiempo, eran infantiles, débiles, una muestra innecesaria de humanidad. "Con base en no sentir, sobreviví en esa familia. En resumen, aprendí a tratarme a mí misma como me habían tratado: Desatendiéndome, evadiéndome, criticándome, haciéndome de menos por tener sentimientos y necesidades, por ser humana. "Negar esta parte mía me convirtió en fuerte, más fuerte de lo que me imaginé. Me ayudó a soportar y sobrevivir aunque mis necesidades primarias no se satisficieron. Pero, a la larga, mis sentimientos, necesidades y humanidad me alcanzaron; esa parte de mí rehusaba ser ignorada por más tiempo. "Ahora llevo un rato en recuperación. Al mirar hacia atrás, veo que aunque no sentía mis sentimientos (porque no los sentía) ellos y mis necesidades insatisfechas me controlaban, me conducían, me impulsaban. Vivía con constante temor y mi respuesta a este temor era tratar de controlar a todos y todo lo que me rodeaba."El miedo es la corriente subterránea, la fuerza, a mucho de lo que hacemos por controlar: A otros, a nosotros mismos, o por controlar situaciones, circunstancias, y la sucesión de eventos. "Durante este último año en CoDA," dijo Jane, "llegué a comprender qué tan aterrada he estado toda mi vida. Durante todos estos años he vivido a través del miedo."A veces este miedo se expresa como coraje. "He estado solo, desconectado de la gente la mayor parte de mi vida," dijo Brad, cuyo padre es un alcohólico. "Siempre me sentía solo, estresado, exigiéndome demasiado. No lograba mantener una relación. Creo que la mayor parte de mi vida he estado enojado, antes de entrar en recuperación. El coraje era la fuente de mi energía vital. No me enojaba. Pero era como una corriente subterránea que gobernaba mi vida." Para algunos, esta corriente subterránea alcanza niveles de pánico, a veces de terror, de la vida, de las personas, de las circunstancias, de nosotros mismos y de nuestros sentimientos. No sabemos cómo relajarnos y soltar. Algunos no somos conscientes de qué tan asustados estamos. Yo puedo ver ahora con cuánto miedo viví la mayor parte de mi infancia y adultez. No lo veía ni sentía en ese momento, pero era lo que controlaba la mayor parte de mis acciones. Lo que yo hacía era fijarme en los demás: los sobre-cuidaba, los controlaba y pensaba obsesivamente en ellos. Lo que no hacía era cuidar de mí misma de una manera amorosa. El Primer Paso nos da permiso de relajarnos, de dejar de controlar, de comenzar a manejar nuestro miedo y de cuidar de nosotros mismos.No poder cuidar de nosotros mismos frente a otros, les da poder sobre nosotros.Así como muchos hemos aprendido muy bien como tratar de controlar a otros, también hemos aprendido a permitirles controlarnos. "Me enseñaron a creer que me matarían si decía que no," dijo Marcia, quien anteriormente habló de rescatar a su madre de sus intentos de suicidio. "Me educaron como católica y me enseñaron a honrar a mi madre y a mi padre. Se me inculcó mucho miedo a decir que no a cualquiera. Por la televisión aprendí que debía seguir a los demás y servirles. Aprendí el concepto de 'Ama a tu prójimo y olvídate de ti misma'. Aprendí que si hacía lo que los otros esperaban de mí, sería querida y cuidada." Sherri explica su versión de la codependencia: "Creo que mucho de lo que llamo codependencia en mi vida resulta de sentirme asustada, atrapada y atorada porque no sé cuidar de mí misma dentro de una relación." Cuando amamos a otro demasiado, cuando desesperadamente queremos y necesitamos lo que ellos tienen -llámese aceptación, aprobación, amor o amistad- quizá renunciemos a nuestra capacidad de cuidar de nosotros mismos cuando estamos con ellos, por miedo a no recibir lo que necesitamos. Quizá tengamos la esperanza de lograr controlar todo con base en fuerza de voluntad, para estar por fin a salvo y alcanzar lo que necesitamos. No lo lograremos. Estas ideas son ilusiones. No somos defectuosos. La mayoría de nosotros sencillamente hemos estado repitiendo lo que aprendimos, a veces a muy temprana edad: protegiéndonos mediante el intento de controlar a otros o permitiendo que otros nos controlen. Nos convertimos en adultos cuidadores y controladores que han perdido contacto con una meta real y apropiada: Amar y aceptarnos a nosotros mismos y confiar en el proceso de la vida y en la bondad. Crecimos con comportamientos codependientes. Quizá sea normal desear controlar a la gente y los eventos para minimizar nuestras pérdidas, pero no es sano. No es bueno para nosotros mismos; no es bueno para otros. Quizá estemos tan desconectados con nosotros mismos que apenas nos damos cuenta, hasta que la vida se derrumba a nuestro alrededor y nuestra vida se vuelve ingobernable. El Primer Paso nos da permiso de dejar de controlar y cuidar a los demás, y comenzar a cuidar de nosotros mismos. "Estaba enojada cuando comencé a asistir a juntas de Al-Anon y las personas comenzaron a decirme que necesitaba cuidar de mí misma," dijo Joanne."¡Había estado cuidando de mí y de todos a mi alrededor toda mi vida!". Ese no es el tipo de cuidado de sí mismo al que nos referimos en la recuperación.El tipo de cuidado que acompaña la recuperación y a estos Pasos es más tranquilo y suave, más amoroso, más liberador y más enfocado a atender a nuestras propias responsabilidades. Es curativo y rejuvenecedor; es un cuidado de sí mismo que renueva, que tiene espacio para los sentimientos propios, las necesidades, los deseos, las metas, los planes y la vida de uno mismo, una vida con sentido y propósito, feliz y útil. ACEPTAR LA IMPOTENCIA (RENDIRSE). Para algunos es fácil aceptar la premisa de este Paso: Que somos impotentes ante la vida de los demás. Para cuando llegamos a este Paso estamos listos para rendirnos y derrotarnos. Otros tienen que luchar para aceptar esta impotencia. Amo este Paso. Pero odio no poder controlar. Odio ser vulnerable e indefensa. No me gusta sentirme incómoda o padecer dolor emocional. Me enferma tener que soltar y rendirme. Pero mi amorío con este Paso me llega cuando tengo que admitir la verdad: soy impotente sobre mucho de lo que sucede en la vida y cuando trato de tener poder donde no lo tengo, me vuelvo loca. No puedo controlar a otros, no importa cuánto quiero hacerlo, no importa cuánto creo saber qué es lo mejor para ellos. No puedo controlar lo que otros hacen, piensan, sienten, o si escogen relacionarse conmigo, o si escogen crecer y cambiar o cómo y cuándo escogen recuperarse de sus adicciones. A veces no puedo controlarme a mí misma. Soy impotente sobre la remesa de sentimientos y creencias negativas que he acumulado. Soy impotente sobre mis adicciones y las de otras personas, incluyendo las adicciones al sufrimiento y al alcohol. No puedo controlar a mis hijos ni a los hijos de otros. Soy impotente sobre los resultados, la vida, las circunstancias, los eventos. No puedo controlar el curso de las relaciones. No puedo controlar el curso de los eventos. No puedo controlar la habilidad para escoger el momento oportuno. Dios, cómo quisiera poder controlar la habilidad para escoger el momento oportuno. Pero, no puedo. Cuando intento controlarme a mí misma, reprimiendo rígidamente mis pensamientos y sentimientos, me pierdo a mí misma. Me hundo cada vez más en el pozo de mí misma y en el miasma de la codependencia. Cuando intento controlar a otras personas, las enloquezco y me enloquezco. Cuando trato de controlar las adicciones, las adicciones me controlan a mí. Cuando intento controlar lo que otros piensan de mí, me convierto en su títere. Controlar me enloquece a mí y a otros. Me pone bajo el control de lo mismo que intento controlar. Me pierdo a mí misma. Pierdo contacto conmigo misma. Y los demás se enfurecen conmigo, y se retiran. Cuando trato de controlar las situaciones y circunstancias, yergo barreras a la progresión de los eventos. Cuando invierto tiempo y energía intentando ejercer poder donde carezco de él, pierdo la habilidad de vivir mi propia vida. El controlar crea una energía especial. Las personas la perciben aunque sólo estemos pensando en ello sin actuar. Las personas reaccionan a ésta, a veces haciendo deliberadamente lo que intentamos que no hagan, o no haciendo lo que queremos que hagan. Es una energía dominada por el miedo. Es natural desear controlar a otros, sobre todo cuando están dañándose a sí mismos o a nosotros, o cuando las cosas no funcionan como queremos. Pero no es nuestra responsabilidad cuidar de otros, de sus sentimientos, pensamientos, decisiones, crecimiento y responsabilidades. Es nuestra responsabilidad hacer esto para nosotros mismos. El Primer Paso no implica irresponsabilidad ni indefensión. No estamos diciendo: "No me puedo defender contra lo que otros me hacen o me han hecho." Estamos diciendo lo opuesto: que somos responsables de nosotros mismos y de nuestros asuntos. Los otros son responsables de sí mismos y de sus asuntos, nos guste o no la forma en que cumplan con esa responsabilidad. Somos responsables de nosotros mismos, de dirigir nuestra energía vital hacia nuestras propias metas, de crear una vida plena y satisfactoria para nosotros mismos. Cuando nos abrimos a permitir que esto suceda, entonces sucede. Somos responsables de aliviar nuestro propio dolor, de enfrentar y manejar nuestros propios miedos, de decir que no, de darnos a nosotros mismos lo que necesitamos, de poner nuestros límites, de elegir y tomar decisiones cuando necesitamos hacerlo para cuidar de nosotros mismos en cualquier circunstancia o situación. No somos víctimas. Cuando aceptamos nuestra impotencia sobre los demás, nos potencializamos para cuidar de nosotros mismos. Cuando comencemos a cuidar de nosotros mismos, comenzaremos a vivir nuestra propia vida, y todo lo que nos corresponde es nuestro. Cuando dejamos de controlar a los demás, podemos permitirles llevar su propia vida y confiar en ellos para hacerlo. Este Paso nos aterriza en la realidad y en nosotros mismos. Nos centra. Nos equilibra. Nos devuelve a nosotros mismos. Cuando dejamos de controlar, las cosas se arreglan por sí solas. Y nos damos cuenta de que nuestro lugar en el mundo es un buen lugar. A la larga, solemos agradecer la manera en que todo se resolvió porque es mejor de lo que habríamos logrado con nuestro comportamiento controlador. Somos impotentes ante mucho más de lo que se nos enseñó. La aceptación de esto significa que estamos libres para ser dueños de nuestro verdadero poder en la vida, que también es mucho más de lo que se nos enseñó. Tenemos el poder de pensar, sentir, resolver problemas, marcar límites, definir y alcanzar metas, crear, sanar, cuidar y amarnos incondicionalmente, y amar a los que nos rodean incondicionalmente. ¿Ante qué soy impotente? Ante casi todo lo que pretendo controlar. EL PASO DEL DESAPEGO. El Primer Paso es el Paso que nos ayuda a comenzar a desapegarnos: un concepto de recuperación que significa que soltamos y nos desprendemos de los demás, con amor cuando sea posible. Este Paso nos ayuda a identificar el uso adecuado y el abuso de nuestra fuerza de voluntad. Comenzamos a sentir en vez de huir de nuestras emociones. Identificamos cómo nos hemos desatendido, para poder amarnos mejor en cualquier circunstancia. Es un Primer Paso hacia nuestra desvictimización, de dejar de ser víctimas de otros, de nosotros mismos, de la vida. Este es el Paso del Desapego. Este Paso tiene que ver con los límites. Aprendemos nuestros límites y alcances, y nuestras responsabilidades. Aprendemos a identificar lo que sí podemos hacer, y lo que no. Aprendemos a identificar cuándo estamos tratando de hacer lo imposible o tratando de hacer aquello que no nos corresponde. Luego, dejamos de hacer lo imposible y dirigimos nuestra atención hacia lo posible: vivir nuestra propia vida, cuidar de nosotros mismos, percibir y responder adecuadamente a nuestros sentimientos. Podemos amarnos a nosotros mismos y a otros, sin sentir la necesidad apabullante de controlar y manipularlos, a ellos y sus circunstancias, a nuestro gusto. Con frecuencia, este Paso nos conecta con nuestros sentimientos de miedo, dolor, vergüenza. Nos pone en contacto con la tristeza. Al principio, este Paso puede parecer sombrío y aterrador. No tiene que ser así por mucho tiempo. Nos rinde impotentes ante lo que no podemos controlar, para que podamos poseer nuestro propio poder. En cuanto aceptemos cualquier pérdida o área de impotencia que encaramos, estamos libres para sentir y manejar nuestros sentimientos, y luego, avanzar en la vida. Daremos este Paso cuando estemos listos. Cuando estemos agotados, cuando hayamos hecho todos nuestros intentos por manejar y controlar, cuando estemos cansados de sentirnos locos y de dar batallas que no podemos ganar, entonces nos rendiremos. Cuando sea el momento, este Paso nos encontrará y hará su trabajo en nosotros.Déjalo. Deja que nos traiga a casa. Deja que nos quite el peso de controlar y sentirnos responsables de otros. Deja que penetre la paz, el alivio y el confort de este Paso. Suelta. Desapégate del miedo. Desapégate de la necesidad de controlar. Miremos hacia nosotros mismos y permitámonos ser nosotros mismos. Deja de esforzarte tanto y de hacer tanto cuando ese hacer tanto, no funciona. Amémonos y aceptémonos tal como somos, sin importar nuestras circunstancias presentes. La respuesta vendrá, pero no por esforzarnos más. La respuesta vendrá con el desapego. Somos impotentes ante la vida de los demás y nuestra vida se ha vuelto ingobernable. Por ahora, eso es todo lo que necesitamos saber. Eso es quienes somos y con eso basta. Sensibilízate a las sensaciones de impotencia e ingobernabilidad. Experimenta cómo se sienten a nivel manifiesto y a otro nivel más sutil. Demos este Paso al principio de la recuperación. Luego, volvamos a darlo cuando se necesite. Démoslo cuando las locuras codependientes se manifiestan. Démoslo cuando creamos que las cosas se salieron de control y que nuestras vidas son un error. Démoslo cuando nos encontramos cuidando de otros y preguntándonos si tenemos el derecho de cuidar de nosotros mismos. Démoslo cuando comenzamos a desatender nuestros sentimientos. Démoslo cuando comenzamos a obsesionarnos acerca de otros o preocuparnos por nuestro futuro o el futuro de otros. Démoslo cuando comencemos a creer que otros controlan nuestra felicidad. Démoslo cuando nos abandonemos. Démoslo cuando nos atoremos. Cuando ya no sabemos qué hacer, podemos dar este Paso. Piénsalo. Déjalo penetrar. Dejemos que este Paso nos defina y defina nuestras circunstancias pasadas y presentes. Dejemos que nos sane, ayude y conforte.Siempre nos regresa a casa. A nosotros mismos, a la realidad, al aprendizaje espiritual de las circunstancias presentes. La primera palabra de este Paso está en plural. La autoaceptación basada en esta sencilla definición de nosotros mismos se siente bien. No estamos solos, ya no. Somos muchos los que practicamos este Paso diariamente. Somos muchos los que compartimos este problema. Quizá nos hemos sentido solos, pero no somos únicos en nuestro dolor ni en nuestro dilema. Tampoco estamos aislados en la solución. Existe fortaleza en la comunidad de recuperación, fortaleza al dar este Paso en la privacía de nuestros hogares, y con otros en ambientes de grupo. Nos reunimos en este Paso con otros. Compartimos nuestro problema común y su solución. El compartir en comunidad disminuye el problema y nos acerca a la solución. Hay un momento al que llego en mis relaciones con las personas y con la vida que es oscuro e ineficiente. Es un momento dominado por el miedo y por un deseo instintivo de controlar. Lo he hecho abiertamente: Dedicando mi vida a tratar de controlar la forma de beber de un alcohólico. Lo he hecho sutilmente: Tratando de controlar y reprimir mis sentimientos, intentando controlar una situación dada, metiéndome dentro de mí misma hasta casi desaparecer, repitiendo esfuerzos inútiles por solucionar un problema, o haciendo como si un problema particular no existiera. Llego a ese momento oscuro cuando permito que otros me controlen o cuando permito que mis creencias negativas y sentimientos no resueltos del pasado me controlen. Llego a ese momento cuando no hago lo necesario para cuidarme a mí misma en mis relaciones, porque me da miedo hacerlo. Este Paso me saca del momento oscuro. Me ayuda a recordar quién soy. No puedo controlar a otros y me enloquezco cuando lo intento. No tengo que controlar a otros. No tengo que cuidarlos. No tengo que controlar la vida, ni las situaciones, para que la vida funcione. Está bien confiar ahora. Está bien desapegarme ahora.Puedo aceptarme a mí misma, mis problemas, mi situación actual y toda mi ingobernabilidad. Puedo desapegarme porque aferrarme no funciona. Puedo relajarme y sólo ser yo misma. Puedo amar, aceptar y cuidar de mí misma. La primera vez que di este Paso en relación a mis asuntos de codependencia, cuando realmente penetró desde mi cabeza hasta mi alma, me trajo libertad y el regalo del desapego. Por primera vez comprendí, en mi corazón, que no podía controlar a otro. Este Paso me trajo alivio y la capacidad de comenzar a atender los asuntos de mi propia vida. Este Paso trae alivio cada vez que lo doy. Este Paso nos da permiso de ser quienes somos. Este es el Paso donde nos aceptamos a nosotros mismos, nuestra impotencia y nuestras circunstancias presentes en paz, con buena voluntad y confianza que todo está y estará bien. Nos derrotamos, y entonces vemos cómo la gobernabilidad vuelve a nuestra vida. Este Paso nos lleva a un lugar seguro, a un lugar cómodo. Debemos dejarnos ir hacia allá cuantas veces sea necesario. Podemos cambiar nuestra vida fundada en miedo, en control y en vergüenza por una vida gobernable. Cada Paso tiene su propio efecto que ejercer en nuestra vida. Cada Paso es importante. El trabajo y la curación comienzan con este Primer Paso. ACTIVIDADES.1.- ¿Has intentado ejercer poder o influencia donde no lo tienes? ¿Has tratado de controlar a alguien o algo, esforzándote cada vez más con resultados menos beneficiosos? 2.- ¿Quién o qué en tu vida te enloquece y te causa estrés? ¿Por quién te sientes victimizado? ¿Quién sientes que te controla o controla tus emociones o algún área de tu vida? ¿De qué situaciones, emociones o realidades has estado huyendo y cuáles has estado negando o evadiendo? 3.- ¿Qué tendrías que enfrentar en tu propia vida si dejaras de intentar controlar a alguien o algo? ¿Qué sucedería si dejaras de permitir que alguien o algo te controlara?4.- ¿En qué áreas de tu vida existe ingobernabilidad? ¿Dónde te encuentras actualmente en las siguientes áreas: emociones, finanzas, espiritualidad, salud física, profesión? ¿Qué haces para divertirte? ¿Cómo buscas placer y gozo? 5.- ¿Cuál es el estado presente de tus relaciones con las siguientes personas: familia, amistades, compañeros de trabajo? ¿Tienes relaciones, o te sientes aislado y solo? 6.- ¿Tu mente se siente clara y coherente? ¿A quién tienes responsable por tus emociones, tus finanzas y tu salud? ¿A quién crees responsable por el estado actual de tus relaciones? 7.- ¿Qué haces en tu vida que te produce resentimientos? ¿Qué sientes que tienes que hacer aunque no quieras? ¿En qué áreas de tu vida sientes que no tienes opciones, alternativas? ¿Quién o qué te tiene atrapado? ¿A quién más deseas decir algo? ¿Por qué sientes que no lo puedes decir? 8.- ¿Cuál fue el incidente particular que te impulsó a asistir por primera vez a una junta de Doce Pasos? Si llevas tiempo asistiendo, ¿cuál es el asunto que te ha molestado más recientemente? ¿De quién o de qué te preocupas más? ¿Cuándo fue la última vez que hiciste algo para cuidarte y demostrarte amor a ti misma? ¿Hay alguien en tu vida que sientes que te causa sufrimiento? ¿Sientes que si él o ella se portara de manera diferente, estarías feliz?

Related Stories